
Caminaba por el centro de la ciudad, del brazo de mi compañero de vida. Al cruzar la calle, vi nuestra imagen, nuestras siluetas reflejadas en un aparador; Él, alto, ligeramente inclinado hacia el lado donde yo me tomaba de su brazo. Mi silueta, mas baja, casi llegando a la altura de su hombro, se veia segura y protegida. Y asi me sentía. Y en mi mente esta imagen y este viento casi helado se transformaron en dos personajes de mi niñez:
Teresita y Romualdito.
Teresita era una señora anciana, de cabello corto y piel morena y apergaminada, que era muy conocida en nuestro barrio, porque vendia ropa y adornos en abonos. Vivia cerca de nuestra casa -la casa de mi abuela-en el unico terreno cercado frente al rio Monclova, y su casa estaba constituida por una sola habitacion muy grande, en la que se reunia dormitorio, cocina y comedor.
. Semana a semana llegaba a nuestra casa, a recaudar los abonos de sus ventas.
Pero para aquella señora de carácter fuerte y voz cascada, sus clientes, eran mas que eso, eran sus amigos, personas confiables con quienes, con el pretexto de cobrar, se presentaba de visita. Y entonces el deudor en turno le invitaba un cafecito, una tortilla con chile, y una amena platica, que extendia las visitas mas de la cuenta.
Siempre iba acompañada de su esposo Romualdito, un señor alto, blanco, de edad indefinida aunque se obviaba que era mas viejo aun que su esposa.
Me gustaba escuchar sus platicas, escuchar la risa de aquella señora, y observar las volutas de humo que arrojaba de sus labios, al fumar sus inseparables cigarrillos.
Me conmovía la adoración con que su esposo la miraba y trataba. Y ella a el. No habia cosa que el solicitara que ella, diligentemente no le proporcionara al momento.
Asi, lo que recuerdo con mas cariño de ellos dos, era aquellas ocasiones en que, sentada fuera de la casa, los miraba venir a lo lejos, tomados del brazo, dos siluetas fundidas en una, a pesar de la diferencia de estaturas. El amor y la paz se podian respirar a su alrededor.
Y yo soñaba. Soñaba en algun dia encontrar a esa persona para compartir la vida, y luego un dia, solos ya de hijos, tomados del brazo amorosamente, envejecer y transitar por el paso hacia la muerte juntos.
Algunos años despues, cuando ya era yo casi una adolescente, Romualdito no despertó más de su sueño. Teresita lo encontró como dormido, y al darse cuenta de que se habia ido de ella, se recostó a su lado y se abrazó a él. Los encontraron muertos dos dias después, abrazados, unidos como lo habian estado en vida.
Y este dia en que mi imagen me recuerda aquella de mi infancia, cuando solo esperaba cosas buenas, porque buena era-todos los niños lo son- Volteo mi rostro hacia él, mi compañero, mi vida, lo observo y, recordando un pasaje de la biblia, pienso:
"...tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde mueras tú, ahi moriré yo..."
Blog: Voces en el viento.
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