jueves, 8 de noviembre de 2007

Escapar...


Siendo adolescente, descubrí en el río de nuestras vidas, el refugio y el oasis, cuando la angustia la tristeza o la desesperacion me embargaban.
Escapaba de mi casa en esas circunstancias, enojada, triste, angustiada, e invariablemente al regresar , todo parecía distinto, y me parecía haberme deshecho de una carga negativa que me cubria, y por tanto me sentia mas ligera y liberada.
Ese dia, hace unos cuantos, que escapé de mi casa con el dolor mas grande conocido por mi hasta entonces, el sufrimiento me agobiaba y las lágrimas ahogándome seguían fluyendo en torrente.
Salí, con un súbito impulso de mi casa, frente al rio, para huir, para refugiarme de aquello que me habia acompañado durante toda mi vida y la de mi madre.
El río, antes caudaloso y profundo, se ha ido extinguiendo, a la par de nuestras vidas y recuerdos.
Pero, como a la persona a la cual amas, yo lo miraba y lo miro con los ojos del amor, y en este caso, del recuerdo, pues yo veo ahora en el lo que en mi mente sobrevive de sus mejores tiempos, o tal vez los mios.
Y estas remembranzas siempre tuvieron el efecto de tranquilizarme. Era como volver al nido, al origen, a la seguridad y a la vida.
Esta noche aciaga de la soledad absoluta, en que mi mente y mi corazón yacían enterrados junto a mi madre, el volver a recorrer el vacío cauce del rio, escuchar los murmullos y sonidos que lo acompañan sempiternos, transformó el dolor por su muerte en alegría por su vida.
En mi mente, volvi a verla de rodillas en el rio, lavando la ropa de sus niñas- sus muñecas vivas- cantando alegremente. La vi sentada en la orilla con sus pies dentro del agua, chapoteando y jugando. La vi con la cubeta acarreando agua para uso dela casa. La miré la noche aquella, cuando yo tenia 8 años, que apostó que iría al rio a traer agua, sin temor, y lo cumplió.. lo cual le costó un viaje a la cruz roja para suturar la enorme herida que se provoco en un pie con una botella rota que no miró y pisó.
La miré acercarse a mi llamándome, y el eco de su voz se quedó mucho tiempo en mi cabeza, mientras reia y lloraba.
Mientras tanto, un cenzontle se refugiaba en la rama de un árbol bajo y protegía a sus polluelos, mientras los alimentaba. Los pocos pececillos del rio se agitaban yperseguian. Las diminutas ranas croaban y acompañaban mis pensamientos,
Entonces comprendí.
Lo que me tranquilizaba y armonizaba no era el rio, cuyo cauce esta ya casi seco, no eran sus aguas ahora medio extintas: no eran las ranas, ni el cenzontle, ni los pececillos lo que aliviaba mi corazón.
Era el sentimiento de continuidad.
No el agua en el rio, que casi desaparecía, sino la seguridad de que siempre habrá rios, y siempre habrá agua, en cualquiera de sus formas.
No eran los animalillos alimentandose o protegiendose, que en todo caso no son perennes.
Era el hecho en si, la certeza de los actos realizados por generaciones desde tiempo inmemorial, y que siempre serán. Era el hecho de observar que la vida siempre se abre paso, que la vida siempre continúa, y que lo que es ahora, se tranforma y cambia, pero no termina.
Observar y ser testigo de todo este milagro, te daba la certeza de que todo perdura, aunque en otra forma, que todo se tranforma y ese es un atisbo de inmortalidad.
Asi, encontré a mi madre en cada aroma, en cada cosa que tocó su vida.
Volví de mi caminata por mi vida y mi pasado fundido con mi presente, con la certeza de que mi madre no se fué.
Porque forma parte de mi, y aqui, en mi interior me acompañará el resto de mi camino, hasta que -tal vez- nos encontremos de nuevo, paseando como entonces, por el rio de nuestras vidas....

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, q bonitos cuentos yo tengo vario y pensamientos, soy de acapulco mi correo es lasp72@hotmail.com, me gustaria platicar contigo.

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