miércoles, 30 de enero de 2008

Vuela....


Amanecia el alba frente a mi ventana. Estaba despierta y el sol no salìa aùn.
Clareaba rumbo al parque la primera luz aunque la mayor parte del cielo estaba oscuro todavìa.
Me había despertado el canto de los pàjaros. El sonido de sus trinos se filtrò a travès de mi sueño, y me llevò al instante pasado en que aun mi abuela estaba entre nosotros.
Ella despertaba todos los días antes de salir el sol, y comenzaba los quehaceres de la casa, regando y barriendo la entonces terregosa calle.
Recuerdo el aroma de aquellas mañanas de cafè hervido, rocio matinal y tierra hùmeda de calles sin pavimentar.
Y el canto de los pàjaros.
Aunque aùn no se había construìdo el parque, el paisaje de mi niñez, era de rio aun caudaloso, el azul de las gloriosas montañas, y el verde fuerte de los àrboles al otro lado del rio, frente a mi casa… àrboles en los cuales bullia la vida y cantaba la mañana en el trino de las numerosas aves que habían hecho de este sitio su hogar…
Y por si no fuese suficiente, mi abuela poseìa, en jaulas fuera de nuestra casa, numerosas aves.
Predominaban entre todas por su colorido mas de una decena de "cotorritos de amor", que eran sus preferidos. Un cardenal, grana y negro, lucia su hermoso plumaje y porte desde una jaula dorada. Dos canarios, cantaban alegremente, ignorando su prisiòn. Cenzontles, y algunas otras aves, completaban la hermosa sinfonìa, perenne en el ambiente, y perdurable aun en el recuerdo.
Hoy desperte y retornè a aquel instante, mis pulmones se llenaron del aroma de la mañana, del canto de pasado feliz, y mi corazón se ensanchò al mirar en mi mente a mi abuela caminar por la cocina.
Las lágrimas nuevamente escaparon, empapando mi dicha, y la imagen se transformò en mi abuela enferma, en la habitación de terapia intensiva, cuando, poco antes de morir me dijo:
-"Anoche, mis pàjaros vinieron a cantarme".
Ella no sabia, que, a falta de cuidados, todas sus aves, ya habían muerto, Entonces supe que la llamaban para que se reuniera con ellas.
Tiempo después, mi abuela entrò en coma. La ùltima vez que la vi., hablè con ella, y susurràndole al oído, le pedi que se fuera tranquila, que dejara de sufrir.
Vi. Entonces en mi mente, la imàgen de un canario, que, saliendo de una jaula, remontaba el vuelo hacia un cielo azul y hermoso.
Y ella se fue de la vida.
El recuerdo triste de su enfermedad, sin embargo, se ve opacado, por la dicha de una infancia compartida en su casa, junto a sus cosas, a sus aves que tanto amò y que ahora la hacen vivir con su canto de nuevo, aunque sea en el recuerdo.
El recuerdo de su casa, de su vida,,, de su corazón…
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