miércoles, 5 de septiembre de 2007

Si hubiera....



Introduje la mano en el bolsillo de mi chaqueta, buscando mi cartera para pagar mi compra. Era diciembre y muchìsima gente iba y venia alrededor mío-
No encontrè nada en mi bolsillo. Busquè en la bolsa que traía colgada en el hombro. Nada. Le preguntè a mi compañero si el la había guardado. No.
Me invadiò el pànico. De el dinero de nuestro aguinaldo combinado, había cargado en mi cartera solo 1500 pesos, el resto lo había guardado en la casa. Era una recomendación- muy sensata por cierto- de mi compañero, conocièndome y previendo lo que podrìa suceder.
Aun así, al aceptar que había tirado la cartera con el dinero, me invadiò un sentimiento de impotencia, de culpa y de desasosiego. Sentìa una inmensa furia hacia mi misma, por no haber puesto mas cuidado o atención. Mi compañero me miraba con aparente calma. Cuando comencè a llorar, me dijo que no era para tanto, que solo era dinero. Ya no se podìa hacer nada. Ni modo.
Yo no entendìa como podìa estar tan tranquilo. Mientras pensaba: “es que si hubiera guardado bien la cartera, si hubiera guardado el dinero en la otra bolsa, si hubiera,,,,” y entonces recordè a mi compañero, cuando me dice: “Hubiera, no existe”.
De improviso me di cuenta. Me di cuenta que no era algo irreparable. Entonces agradecì que no hubiese pasado algo peor , como una pèrdida o la muerte de un ser querido.Y recordè entonces uno de los peores momentos de mi vida adulta,
Era verano – un calurosìsimo verano- de los que se acostumbra en nuestra regiòn. Toda la familia había emprendido la aventura hacia Nadadores, Coahuila, para acampar y refrescarnos en un arroyo que conociamos.
El paraje estaba rodeado de àrboles, el cauce del arroyo estaba desbordante y la corriente era muy fuerte, por lo que decidimos no dejar a los niños sin supervisión.
Por mi parte, conociendo a mi hijo menor que es muy travieso e inquieto, optè por no quitarle la vista de encima ni un momento y tenerlo siempre a la vista.
Querìa evitar experiencias desagradables.
A pesar del cuidado que ponìa en la vigilancia de la criatura, que como es del dominio pùblico es toda mi adoración, en un momento que me descuide para buscar una toalla, lo perdì de vista.
Fue cosa de solo un minuto. Es asombroso en que poco tiempo pueden las cosas cambiar totalmente de curso. Como en un instante lo que conoces como tu vida puede cambiar completamente.
Cuando volteè hacia donde estaba un momento antes, el sitio estaba vacìo. Mi hijo no estaba. Le gritè tratàndo de hacer que me oyeran entre el barullo que formaba la gente ahi reunida. No me contestò. Nadie parecìa darse cuenta de mi desasosiego.
Entrè en pànico y ahora con razòn. Mi compañero me mirò desesperado, preguntàndome què pasaba, y yo le dije que no encontraba al niño.
Todos comenzaron a darse cuenta de lo que sucedìa, y, estoy segura que todos pensamos lo mismo: “Debe haberse metido al agua y la corriente se lo llevò”…
Mis sobrinas fueron a buscarlo a la casa de campaña de cuatro mòdulos que habìamos levantado. No estaba.
Todos comenzaron a buscar, Mi compañero se metiò ràpidamente al agua, estuvo sondeando el lugar, algunos otros hombres se fueron corriente abajo. No quiero ni mencionar que trataban de encontrar a mi hijo, si se lo había llevado la corriente. Por tanto no lo encontrarìan vivo.
Mil imàgenes aterradoras y dolorosas vinieron de inmediato a mi mente. Estuve a punto de desmayarme. Sentía la cabeza hueca, no escuchaba lo que me decìan . Mis oìdos zumbaban. Con todo, comencè a correr desesperada por el campo, con la esperanza de encontrarlo sentado en algún lugar, tal vez mirando los insectos, tal vez juntando piedrecillas del monte. Mas allá del rìo el peligro del cerro que se alzaba cercano, me parecìa preferible a la otra opciòn.
El camino me parecía larguísimo y que cada vez se alejaba màs, parecía que no avanzaba, por mas rápido que caminara… entonces me vi a mi misma diciendo: “si le hubiera tomado la mano, si no hubiera ido a buscar la toalla, si no lo huieera perdido de vista…”
Vi a mi compañero salir del agua con aquella mirada que me decía que no lo había encontrado, pero que me daba a entender que no lo encontraria. Mirè tanto dolor en sus ojos que comencè a llorar… si solo hubiera… si solo hubiera…
Entonces me tapè los oìdos y entrè llorando a la tienda de campaña. Abrì la cortina del ùltimo modulo de la tienda… me dejè caer apesadumbrada, en el piso, y mi mano topò con los cobertores con que nos habiamos protegido durante la noche.
Entonces toquè una forma conocida.
¡Era mi niño¡ ¡Era èl¡,,, estaba dormidito, tapado hasta la cabeza, y a primera vista no se distinguìa porque es muy delgadito y parecía solo uno màs de los pliegues del cobertor. ¡Por eso no lo habìan visto las niñas¡..
Lo abracè y besè y llorè de alegria por haberlo encontrado, porque no había sucedido lo que temìamos. Porque no sucediò algo irreparable.
Por eso, cuando perdì la cartera con el dinero, después de recordar lo anterior, recordè tambièn que hay cosas verdaderamente importantes por las cuales llorar.
El dinero lo volverìa a conseguir. De alguna forma u otra.
Pero al perder a mi niño hubiera perdido tambièn mi vida entera.
Algunas personas, me llaman optimista, porque desde entonces a la fecha trato de encontrarle el lado bueno a lo que me sucede.
No lo soy. Solamente que a traves de las cosas que han sucedido en mi vida, me he dado cuenta de què es lo verdaderamente importante. Y ahora tengo una perspectiva mejor de lo que es verdaderamente importante y lo que es reemplazable.
Y definitivamente lo que jamàs podrias comprar con dinero, como la vida, el amor o la felicidad, son ahora mis prioridades y mis tesoros mas preciados.

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