miércoles, 26 de septiembre de 2007

Nunca es tarde para pedir perdòn....


Hacia varias semanas que me había estado sintiendo mal. No tenia dolor propiamente dicho, sino una serie de pequeñas molestias. Lo peor de todo el asunto era que tenia el vientre inflamado y me sentìa muy incòmoda. Luego comencé a tener síntomas que me parecieron mas preocupantes y decidi ir al mèdico.
Vivìa con mi abuela paterna, así que llame a mi madre para preguntarle sin podìa acompañarme al hospital . Ella se preocupò de inmediato, porque yo había padecido alguna enfermedad grave en el pasado y pensò que era una recaìda.
Sin que yo lo supiera, comunicò su preocupación a mi papà.
Aquel día me sentí peor, así que una compañera de trabajo me dijo que fuera a consultar con un doctor vecino del despacho donde trabajaba. El era ginecòlogo, pero confiàbamos en que sabrìa diagnosticar lo que me aquejaba.
Fui con el doctor, y le platiquè todos mis síntomas. También le dije de mi temor que fuera una recaìda de aquella enfermedad que había padecido hacia unos años.
El me escuchò atentamente, y luego me pidiò que me recostara en la camilla de exploraciòn. Al recostarme de inmediato se hizo notar una inflamación en mi vientre, ya que yo era muy delgada. Levantò mi blusa, y me colocò un gel frìo en el abdomen, luego, me puso un aparato en el vientre . Mi estupefacción llegò a su limite cuando escuchè en un aparato que tenia a un lado, un ruido como de golpecitos muy ràpidos. Lo mirè interrogante, y me dijo:
- Tienes 4 meses de embarazo. Eso que escuchas es el corazòn de tu hijo.
Lo mirè aterrada. No era posible. Me hubiera dado cuenta. Yo era soltera, tenia 21 años, y no sospechè nada porque mi menstruación era irregular y a veces pasaba meses sin tenerla. Estaba tan asombrada y asustada. Comencè a temblar.
Entonces el doctor me dijo: “No llores, estas cosas suceden, ahora debes pensar en tu hijo, oyes su corazòn? Es un pequeño milagro del que tu eres parte.”
Mientras escuchaba el rìtmico y rápido latido del corazòn de mi hijo, mi primogènito, mi ànimo se calmò un poco, y las làgrimas inundaron mis ojos.
Sali del constultorio y al llegar a la oficina, mis compañeras me rodearon. Ellas ya lo sabìan. La única que no se habia dado cuenta era yo.
Entonces volviò a mi el pànico. Mi mamà. MI PAPÀ¡¡¡ Que dirìa mi papà. No, porque no pensè antes? Yo era toda la esperanza de mi papà. Su orgullo. Me sentìa desolada.
Llamè al incipiente padre de mi hijo para darle la noticia, confiada en que no podìa esperar otra cosa de su parte mas que apoyo. Después de todo nos amàbamos.
El tambièn se espantò . Casi se desmayò cuando se lo dije por telefono. Quedó de ir mas tarde por mi para platicar.
En ese momento caí en cuenta de lo que estaba pasando y lo que iba a pasar. Sentìa una gran tristeza. El no habìa reaccionado como yo pensaba. Tenìa miedo. Y aùn faltaba lo peor: decirle a mi papà.
En eso pensaba cuando el telèfono sonò. Yo lloraba, y me contuve para contestar. Era mi papà.
Me dijo:
-Tù mamà me dijo que estàs enferma y quieres ir al hospital. Te sientes bien?
Ahí estaba mi papà que normalmente es tan poco cariñoso con nosotros, estaba realmente preocupado, casi se oia la preocupación en su voz.
Y ahi estaba yo, su hija mayor, su esperanza y orgullo. Estaba embarazada. Era lo ùnico que tenia. Y el estaba pensando que yo tenia alguna enfermedad grave.
Me sentì pèsima, de estar pagàndole de esa forma, traicionando su confianza, por su preocupación y cuidado.
Comencè a llorar y èl lo notò.
Te sientes muy mal? Quieres que vaya por ti?
-No papi, es que estoy triste, pero ya me siento mejor…
Por fin, se despidio y me dijo:
-Te quiero mucho.
Colguè el telefono y comencé a llorar con mas amargura. Porque le pagaba así?, porque me habìa hablado precisamente en ese momento?, Sentìa como si mi corazòn se partiera de tristeza.
Mi mundo estaba de cabeza. Por la tarde todavía mi ànimo estaba por los suelos.
Como presentì, mi novio me diò la espalda. Pero yo tenìa otras cosas en que pensar. Después de hablar con èl fui a la casa de mis padres y tuve que confesarles lo que me pasaba. Todavía me duele recordar el rostro de tristeza, asombro y decepciòn de mi papà cuando se enterò. Le dije que no me quería casar. El me dijo:
-Muy bien, si no te quieres casar, yo te apoyo. Aquí vas a vivir y ese niño va a ser como mi hijo. Pero jamas quiero ver a ese tipo por aquí.
Y se lo cumpli. Por las noches lloraba y me lamentaba, fueron dias muy difìcies aunque también alegres porque ahi me di cuenta del cariño que mi familia me tenìa, y de lo fuerte que en realidad yo era. Me sentía muy deprimida a veces pero me consolaba la inminente llegada de mi bebè. Mi hijo nacio con bien, y se convirtò en toda la alegria de mi papà.
Pasaron los años, y un día mi papà fue por mi al trabajo. Yo ya tenia un compañero y otros hijos. Pero siempre me había quedado con ese sentimiento de haberle fallado. Nunca le habìa pedido perdòn. Nunca mas habìamos hablado del asunto. Ese dìa mientras conducìa por las calles de la ciudad, llevàndome a mi casa, le contè sobre aquel día que me llamò. Le dije que nunca le había pedido perdòn por haberle fallado de esa manera y que tal vez el pensaba que a mi no me habían importado sus sentimientos, o que no pensaba que a el le importara lo que me estaba pasando.
Le dije de lo mal que me sentí cuando me llamo preocupándose por mi mientras yo me acababa de enterar de mi embarazo. Lloraba mientras le decía todo esto, y entonces sus ojos también se llenaron de lágrimas. Le dije que yo hubiera preferido morir que darle ese dolor en aquel tiempo, y el me dijo que nunca pensara eso, que mientras estuviera viva y bien era lo único que le importaba, y que si, el había pensado que a mi no me había importado lo que el sintiera. Pero entonces se dio cuenta que no era así.
Cuando llegamos a destino, el se bajo del carro y me abrazo fuertemente, me besó y me dijo que le había hecho mucho bien lo que le había confesado.
Sè que el daño que les pueda haber ocasionado a mis seres queridos con las decisiones que tome en la vida no se va a resarcir con pedir perdón. Pero el pedir perdón es un bálsamo que te refresca el alma y te alivia el sufrimiento.
Nada cambia lo que pasó, pero ahora sé con mas certeza que mi padre me ama a pesar de todo. Y yo lo amo con todo mi corazón.

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