domingo, 2 de enero de 2011

Mis tres amigos y el rio....



Ha quedado perfectamente establecido que soy terca.
Anoche tuve ocasión de tener una experiencia que me parece fantastica y que creo pocas veces suceden, o tienes oportunidad de apreciarlas: El momento en que te das cuenta que tomaste la decisión correcta a pesar de que hiciste lo contrario a lo que te dictaba tu sentido comun o en mi caso, tu terquedad.
A pesar de haber prometido a mis niños que asistiria con ellos a la fiesta de fin de año de mi familia, no estaba en realidad nada convencida de hacerlo. Tengo mis razones para haber determinado de antemano que aquello seria un desastre. Asi que habia decidido no ir. Sin embargo ellos, mis hijos, estaban emocionados con la idea de que estariamos todos juntos por primera vez en varios años en ese dia.
Estaba encerrada en mi decisión, pero, insistieron tanto, que no pude negarme al final.

Total, me dije, me tapo la boca con cinta adhesiva extrafuerte, para no tener la tentacion de discutir.
Asi, llegamos a la casa de mis padres, donde ya estaban todos en plena fiesta, mis tres hermanas y mi hermano, su esposa, y el esposo de una de mis hermanas (cada vez son menos los cuñados en la familia, jajaja) y otros familiares, junto con el monton de chiquillos gritando y corriendo por todas partes. Me instale en estado zen, en santa paz y en armonia con el universo para no caer en controversias, me comporte como toda una damita correcta, dentro de lo “normal “ en estos casos.
Y que curioso. Estaba contenta.
Es bien sabido por mi familia que no soy del tipo de persona que emigra de fiesta en fiesta durante el dia ultimo del año y abraza y felicita a todo pariente vivo que aun pulule por esta tierra, que la mayor parte de las veces tengo una actitud respecto a ciertas ideas y tiendo a mantener mi postura a pesar del tiempo o de las circunstancias. Que soy terca y empecinada, pues.
Lo cual queria decir que esta ocasión no seria la excepcion, y me quedaria en casa mientras ellos salian a hacer su recorrido. Siempre me quedaba, esa era la norma, pero aun asi, cuando, después de las doce de la noche llego el momento de emigrar a mejores fiestas, como lo hacen ellos, alguien tuvo la osadia de invitarme a ir. Contra todo lo establecido y aun a riesgo de que el balance natural de las cosas en el universo sufriera un grave deterioro que derivaria en un evento de proporciones cataclismicas, dije:
- Orale. Vamos.
Todos me miraron con cara de consternación y asombro. Apoteosico. Inverosímil. Alguien se atrevio a tomarme una fotografia para eternizar el momento.
-Deveras que ya andas borracha.- me dijo mi hermano.
- Ya la perdimos- secundo alguien.
Pues bien nos fuimos todos en calidad de peregrinos en camion coahuilense con camino a San Juan de los lagos, montados en precario equilibrio unos sobre otros en la camioneta Explorer de mi padre. Primera parada: La casa de mi tio Nito.
Llegamos a la casa que antes fue de mis abuelos y ahora es de mi tio, en donde vivi tantos años frente al rio. Salude a mi tio, lo abrace, lloramos – todos lloran quien sabe porque y yo les sigo la corriente- Luego al resto de las personas que estaban con el. Y aquí comienza la parte “seria” de mi anécdota:
Junto a la casa de mi tio, vive y siempre ha vivido la tia de mi papa. La mama de mi primo Abraham.
Abraham fue mi compañero de la infancia un niño de hermosos ojos grandes y negros, que era como mi hermano, y que al llegar a la adolescencia se convirtió en un apuesto joven, con bigote y pelo negros, de piel blanca, altisimo y delgado, que era la adoración de las muchachas. Para mi continuo siempre siendo aquel niño lindo que jugaba conmigo y me llevaba flores recien cortadas de la orilla del rio y que se ruborizaba al entregarmelas.
En esta epoca, la adolescencia, nos hicimos mas amigos que nunca, nos convertimos en complices y confidentes, el con frecuencia llegaba a mi casa – junto a la suya- y me decia: “Cocoliso (asi me decia) vamos a escuchar musica a mi casa?.”
Y entonces nos sentabamos en el porche de su casa, cada uno en una mecedora a escuchar a Led Zepellin, Pink Floyd o Creedence. A veces permaneciamos horas solo escuchando las canciones, sin hablar. De vez en cuando comenzaba alguna cancion que le gustaba y el decia: “Con esa rola me palpita el corazon”.
Carlos, Sergio y Abraham, fueron siempre los mejores amigos. Se iban juntos de fiesta, cuando fueron mas grandes, hacian travesuras propias de adolescentes juntos, se apoyaban en los pleitos y se acompañaban a visitar a las novias.
Eran muy unidos. Y en esta epoca de nuestra mutua adolescencia, me uni a una parte de su estrecha hermandad. Juntos, en navidad, año nuevo, yendo al rio como cuando niños a bañarnos y jugar, conociendonos, queriendonos entrañablemente.
Tengo aun en mi mente la imagen hermosa de nosotros juntos alrededor de la fogata de año nuevo, riendo, platicando, transitando de un año a otro y de la niñez a la adolescencia juntos, como prometimos estar siempre.
Sucedió que Carlos, después de nuestra desventurada historia de amor en comun, se establecio en Monterrey definitivamente. Sergio se caso, y se desterro de nuestro lado. Yo ingrese a la preparatoria, y deje de ir tan frecuentemente a visitar a mi abuela y a Abraham por extensión.
Durante esta epoca de separacion, Abraham encontro nuevos amigos, que resultaron ser malas compañias, muchachos de su edad nada sanos, como el lo era, pero que era la unica compañía en su incipiente soledad. Estaba solo, porque su madre siempre trabajaba y no le prestaba la atención que necesitaba. Solo, por no tener a su padre junto a el. Solo, porque sus hermanos no hablaban con el . Y mas solo aun sin sus amigos y complices de toda la vida. Cada quien tomo un rumbo. Y el se quedo en medio del camino.
Comenzo a usar drogas. Y comenzo tambien su deterioro, un deterioro que no sospecho nadie, que fue gradual pero no evidente.
Un dia me encontre con el y me di cuenta que algo pasaba. Estaba sentado en el suelo de su casa, agachado, llorando, completamente solo. Me arrodille junto a el y lo abrace. Las lagrimas se acumulaban en sus largas pestañas y caian sobre mis manos que acariciaban su rostro. Me dijo que se sentia muy solo. Que deseaba morir. Que ya no queria drogarse pero ya no podia evitarlo. Llore con el. Y prometi ayudarle, verlo mas seguido, estar con el.
Sin embargo en ese tiempo, sucedió algo, una crisis terrible en mi vida personal, tenia yo dieciséis años y tuve que irme de la ciudad. Estuve fuera cuatro meses. Solo ese tiempo. Y eso fue suficiente.
Cuando regrese, mal emocionalmente, totalmente desesperada y triste por mis problemas, me encontre con la noticia:
En uno de sus viajes inducidos por las drogas, mi primo se habia quedado definitivamente en su mundo interior. No hablaba, no reconocia a nadie, se movia, caminaba miraba. Pero no tenia conciencia de nada.
A pesar de mi dolor interior, este paso a segundo plano cuando vi a lo que habia quedado reducido mi primo,.mi hermano del corazon. Me acerque a el y tome sus manos. No volteo. Le dije: Abraham, soy yo, cocoliso, mirame, contestame.
Entonces volteo a verme, pero miro a traves de mi como si yo no estuviera ahí.
Comence a ir a verlo todos los dias, pero no mejoro ni un apice. Seguia igual.
Yo lloraba pensando, donde estaba aquel muchacho tan alegre, mi Abraham, mi niño de las flores, me culpaba por no haber estado con el como le dije, por haberlo dejado tan solo como todos los demas lo hicieron.
Mi primo nunca recibio tratamiento, ni diagnostico. Nunca mejoro.
Durante mi edad adulta ya con mis hijos y una vida hecha, vivi mucho tiempo junto a su casa. Y acostumbraba siempre asomarme por la ventana de la habitación donde ahora esta encerrado viviendo lo que le quedo de vida, y lo saludaba, hablaba con el aunque el no me miraba ni me contestaba.
Es asi como esto me lleva a anoche, cuando, llegando a casa de Abraham, decidi ir a abrazarlo, y desearle un feliz año, del que se que no tendra conciencia. Me acerque al porche y de inmediato el corazon me dio un vuelco:
Ahí, junto de la fogata, estaba mi primo Abraham, bañado, rasurado, sonriente.
Junto a el, dos hombres altos y algo canosos le hablaban y reian tambien. Mis ojos sin embargo los miraban como en aquel entonces: Sergio, se mesaba el cabello ensortijado mientras reia, y Carlos tocaba su guitarra mientras cantaba. Hacia tantos años que no los miraba.
Entre y los dos voltearon a verme. Y entonces Carlos comenzo a cantar: “Chaparra de mi amor”, la cancion que cantaba siempre que estaba yo cerca.
. Me acerque y los abrace a todos. Mi primo Abraham, tan ausente, volteo a verme, tome sus manos de nuevo, y le dije:” Abraham, sabes quien soy?”
: Me miro largo rato y vi en sus ojos una chispa de reconocimiento. Crei que solo habia sido mi anhelo o el recuerdo de aquellos dias, pero entonces me dijo muy bajito:
- Cocoliso.
Comence a llorar. Y Sergio y carlos me abrazaron mientras yo sostenia a Abraham. Luego, se nos unieron otros amigos, y mire alrededor mio, saboreando el hermoso momento, en una escena que pense nunca volver a vivir. Todos juntos tantos años después, junto a Abraham, aunque el no este del todo con nosotros alrededor de la fogata como antes, como siempre.
Platicamos muchisimo, intercambiamos anecdotas, fotografias de los hijos, recuerdos enlazados de nuestro mutuo cariño. Nos alegramos por nuestras vidas, por volver a reunirnos aunque fuera fugazmente. Lloramos por los hijos, la esposa y la vida que nuestro amigo querido no tuvo oportunidad de tener. Lloramos por los que se han ido y nos alegramos por los que llegaron.
Un rato después, nos encaminamos todos al rio casi seco de nuestra infancia, todos tomados del brazo, sosteniendo a Abraham. Nos sentamos un rato sobre la hierba, en la orilla.
Estuvimos un rato en silencio, observando la noche, observando a nuestro amigo ausente en su cuerpo, mirar fijamente la corriente del rio. Y se que ellos como yo tuvieron el anhelo de que si jamas sera completamente consciente de nuestra realidad, al menos el en su mente quede permanentemente en el recuerdo de nuestra feliz infancia juntos.
Luego, caminamos hacia la casa, hacia la fogata, hacia nuestra noche juntos otra vez, cuando tuvimos que separarnos, fue solo después de la promesa mutua de estar en contacto.
Ojala esta vez podamos lograrlo. Siempre seremos amigos. Lo se.
Y entonces camino a mi casa, en silencio a pesar del barullo general de los niños y familiares, reflexione en la oportunidad que tuve, de saber lo que NO hubiera sucedido de haber seguido firme a mi idea de siempre, saber de lo que me hubiera perdido de continuar con mi terquedad, y senti y aun siento mucha emocion por haber tenido este atisbo de milagro, esta posibilidad entre mil que pudo no haber sido, y que gracias a dios, y contra todo mi raciocinio, sucedió.

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